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Dependemos de la naturaleza no sólo para nuestrasupervivencia física. También necesitamos a la naturaleza
para que nos enseñe el camino a casa,
el camino de salida de la prisión de nuestras mentes.
Nos hemos perdido en el hacer, en el pensar, en el recordar,
en el anticipar: estamos perdidos en un complejo laberinto,
en un mundo de problemas.
Hemos olvidado lo que las rocas, las plantas y los animales
todavía saben. Nos hemos olvidado de ser:
de ser nosotros mismos, de estar en silencio,
de estar donde está la vida: Aquí y Ahora.
Cuando diriges tu atención hacia algo que ha venido a la
existencia sin la intervención humana,
sales de la prisión del pensamiento conceptual y,
en cierta medida, participas del estado de conexión
con el Ser en el que todavía existe todo lo natural.
Llevar tu atención a una piedra, a un árbol
o a un animal no significa pensar en ellos,
sino simplemente percibirlos, darte cuenta de ellos.
Entonces se te transmite algo de su esencia.
Puedes sentir lo aquietado que está y, sintiéndolo,
surge en ti esa misma quietud.
Sientes lo profundamente que descansa en el Ser,
completamente unificado con lo que es y con dónde está.
Al darte cuenta de ello, tú también entras en un lugar
de profundo reposo dentro de ti mismo.
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